Ichimay Wari: La artesanía y el turismo como alternativa económica desde el trabajo organizado en comunidad

OESSP 30/11/17. Escribe: Alejandro Valdivieso. Durante la década de los 90 de forma gradual comienzan a llegar al distrito de Lurín, específicamente al Asentamiento Humano Nuevo Lurín,  en la ciudad de Lima, personas desplazadas por la violencia política; desde el distrito de Quinua, provincia de Huamanga, región Ayacucho.

Para el año 1999 entienden que para contrarrestar los efectos perversos de la  violencia y la marginalización del mercado, la mejor opción es trabajar de forma organizada. Así, dichos migrantes, forman la asociación de artesanos Ichimay Wari. En su nombre hacen homenaje a dos culturas prehispánicas que desarrollaron un trabajo importante en la artesanía: Los Wari, de Ayacucho, y los Ichma del valle del río Lurín.

Después de un esfuerzo inicial con el cuál logran organizarse internamente, estableciendo una junta directiva y elaborando un estatuto, los y las Ichimay Wari se integran a la Central Interregional de Artesanos del Perú (CIAP). Así mismo crean una empresa dedicada exclusivamente a las actividades relacionadas con la distribución de las artesanías, dicha empresa se llama Wari Maki SAC y de igual manera logran pertenecer y colocar sus productos al World Fair Trade Organization.

Sin embargo, tal como nos comentará Juan Nolasco, actual secretario de organización de Ichimay Wari; y Gabriel Oré, ex presidente de la junta directiva, su labor artesanal ha entrado en un proceso de “crisis” para uno y “recesión” para otro. 

La socióloga Ysaraimi Gonzales, egresada de la UNMSM, cuya tesis gira en torno a la labor de los Ichimay Wari en la Cuenca baja del Valle del río Lurín, indica que “En 2009, la asociación tuvo que enfrentar un contexto difícil debido a la recesión económica de los países a los cuales exportaban.”.

Esto hizo que ante el cierre de los mercados exteriores, sea el mercado local el que más demanda tiene por las artesanías (cerámica, retablos y tejidos) muchos de los mercados locales son encontrados por los propios artesanos mientras que la organización junto con la empresa buscan mercados en el exterior, donde mejores precios logran.

Donato Oré, actual secretario de economía, hace hincapié en el hecho de que sea ahora la gente de clase media peruana la que más consuma artesanía. 

Esta crisis hizo que algunos socios se retiraran u otros pasaran a una actitud pasiva, sin embargo, aquellos comprometidos como Juan, Gabriel y Donato que apuestan por Ichimay Wari como una alternativa económica  apuntaron a incluir el turismo vivencial para generar ingresos.

Es así que la labor de producción en las casas taller se une a un turismo que permite no sólo que se conozca dicho trabajo y el proceso del mismo sino que se compartan experiencias, conocimiento y cultura ya que, como diría Ysaraimi Gonzales: “Ichimay Wari reproduce relaciones económicas que generan vínculos intersubjetivos que mantienen su cohesión como grupo y que incluso llegan a influir sobre la propia vecindad.”.

Juan Nolasco indica que él trata de transmitir y plasmar en su artesanía: “Su vida cotidiana, su cultura, su forma de ver el mundo” y que en ese sentido el turismo vivencial que ellos practican debe ser “lo más natural posible”. Es por eso que Gabriel Oré reconoce como la mayor fortaleza de la organización “su sentido de comunidad, acá no pensamos por cuenta propia, pensamos siempre en comunidad”. Donato Oré, por su parte, hará énfasis en el hecho que “la artesanía es una forma de transmitir cultura, nuestra cultura.”.

En este turismo vivencial uno no solo puede conocer quiénes son, de dónde vienen y a dónde van, sino también  puede experimentar el trabajo con la arcilla, guiado siempre por las y los artesanos y, en algunas ocasiones, poder compartir una pachamanca o alguna comida típica de Ayacucho, donde la charla y el compartir de conocimientos y experiencias sigue.

Tanto la artesanía como el turismo vivencial están organizados de manera comunitaria, solidaria  y recíproca. Por ejemplo, un porcentaje del ingreso (según el mes y las ventas en el caso de las artesanías que puede ir del 5% al  30% y un 60% en el turismo vivencial donde incluye el pago a los artesanos que trabajaron en la casa-taller seleccionada) va a las arcas de la organización y el resto como ingreso personal del artesano que realizó la producción y el servicio.

Esta unión entra la artesanía  y el turismo vivencial se combinaron en un proyecto, aún no ejecutado, que es el sueño de los socios de Ichimay Wari: “El Barrio del Artesano”, conocido así no sólo por los y las Ichimay Wari sino por los Lurinenses e incluso gente de  otros distritos.

Juan Nolasco lo reconoce como todo un proyecto arquitectónico que servirá para posicionar a la artesanía de Lurín en la mente de las personas. Gabriel  Oré indica: “No puede haber turismo sin artesanía” la artesanía resulta ser el centro de su cultura y su identidad, sin embargo, apuesta por el “Barrio del Artesano”. De acá a 15 años esperan poder contar con el apoyo de la municipalidad para poder conseguir los fondos necesarios para dicho proyecto, en la actualidad el apoyo del gobierno local es nulo, Donato Oré informa que “a pesar de existir una sección dedicada al turismo el alcalde no nos toma en cuenta, nosotros estamos esperando que se vaya.”.

Aunque no todo es color de rosa en la organización (un alejamiento entre dirigentes y asociados, una brecha generacional, la “crisis” o “recesión” del trabajo artesanal y un embate cada más fuerte de la economía capitalista, sumado con la falta de mano de obra profesional) las doce familias asociadas en la actualidad, reconocen ese valor de comunidad que no encuentran en otro lado, la reciprocidad que permite el trabajo en equipo y la redistribución que permite un reconocimiento por el trabajo que realizan, como un motor y sostén de su organización, siendo así un ejemplo de alternativa a nivel de Lima y nuestro país.

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