Trabajo comunitario: Ollas comunes y parroquias. Una mirada desde el Trabajo Social

OESSP 13/5/21. Escribe: Alexandra Reyes. A lo largo de la historia del Perú hemos vivido situaciones difíciles, momentos de crisis, que ante la incertidumbre han provocado el nacimiento de organizaciones de subsistencia y participación comunitaria, dentro de contextos de pobreza y desempleo. Es el caso de las ollas comunes y su vinculación con el trabajo de las parroquias. La activación de las ollas comunes se da con la llegada de la pandemia vivida a causa del Covid-19, en el año 2020.

En el Perú, el Ministerio de Salud, ante la existencia y funcionamiento de las ollas comunes, emitió la Resolución Ministerial N° 383-2020-MINSA, donde aprueba el documento técnico: "Orientación sobre condiciones sanitarias mínimas para preparar alimentos en “olla común” en situaciones de emergencia sanitaria", a fin de garantizar una alimentación segura. Si bien, se contó con ayuda, cuando el presidente del Consejo de Ministros, Walter Martos, anunció que se brindaría apoyo alimentario a las ollas comunes a nivel nacional con parte del presupuesto del Programa Nacional de Alimentación Escolar Qali Warma, este solo se dio hasta el mes de diciembre de 2020.

Actualmente, las ollas comunes, tienen muchas necesidades a nivel nacional, ya que atiende a una población que tiene carencias, no solo a nivel alimentario, sino también de necesidades básicas. Muchos ollas comunes no cuentan con el servicio de luz y agua, agudizándose su situación de precariedad.

Es por ello, que para informarmos con mayor amplitud, sobre la situación de las ollas comunes, entrevistamos a Giovanna Rivera, trabajadora social de la Parroquia San Juan Bautista de Amancaes, del distrito del Rímac, quien trabaja con 13 ollas comunes, las cuales alimentan a más de 434 familias, y son beneficiarios un total de 1345 personas. Entonces, veremos el trabajo realizado de esta articulación entre parroquias y ollas comunes, desde la experiencia de una trabajadora social.

  1. Cuéntanos: ¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar en la parroquia San Juan Bautista de Amancaes, reconociéndote a ti misma como feminista?

Yo creo que desde la forma de conducirme y el pensamiento que tengo, siempre va a existir una interpelación en los lugares donde vamos a laborar y antes de entrar a este nuevo ámbito como trabajadora social, al principio hubo muchos temores y también mucha curiosidad de saber cómo llegar a las personas y básicamente que hacer. Lo que me motivó a ingresar a este mundo laboral fue tener muy claro el para que se iba, que desde nuestra formación contamos y estamos dotadas de herramientas y de un camino técnico, más allá de posturas, ideologías o las formas en las que uno se pueda conducir a nivel de pensamiento, porque al final termina siendo un pensamiento, hay que tener en cuenta que es un trabajo comunitario que involucra la filantropía y la caridad, que va más allá, entonces si hay que abrazar posturas o formas de pensar se hace, porque el fin último y el fin mayor es otro, es justamente el apoyo mutuo y más en este contexto. Claro que es cierto que a lo largo del desarrollo del trabajo pueden surgir ciertas diferencias, pero para mi ha prevalecido el tema de tener claro para que estoy ahí y como yo quiero dejar esta huella de cambio, más allá de las posturas e ir entendiendo que no estamos muy alejadas de todo este contexto, al final convivimos en una sociedad y creo que hay que entender ambas posturas, tanto la feminista como la de la iglesia católica, y de quienes están formados en esta institución, en realidad la idea es interpelarnos pero también ir entendiendo como confluimos, porque si nosotros nos remitimos a evangelios y prácticamente a leer la biblia, vamos a encontrar cosas que probablemente tenemos similitudes en nuestro quehacer. Es por ello por lo que, más que ver a las parroquias como institución, hay que verlas como una organización comunitaria que en estos tiempos está siendo de mucha utilidad.

  1. ¿Actualmente cuáles son las funciones que realizas y en que contexto se llevan a cabo las actividades que realizas, como se organizan juntamente con la parroquia?

Bueno, yo tengo la experiencia de un trabajo parroquial con diocesanos, creo yo que ahí existe una diferenciación, porque a nivel de iglesia católica, también tienen sus órdenes, los franciscanos, los jesuitas, los dominicos, pero existe una particularidad con los diocesanos, y creo que suma si pretendemos abrir un campo laboral del trabajo social en parroquias, porque al fin y al cabo si lo vemos a largo plazo, las parroquias permiten un espacio comunitario, con la comunidad y se pueden construir muchas cosas, además con otros científicos sociales.

Un rol importante que también cumplen los diocesanos es que se involucran con toda la población y esto nos permite focalizar a la población y tenerla territorialmente mapeada porque si abarcamos todo, al final terminamos perdiéndonos mucho en la intervención, y es distinto cuando ya tenemos una jurisdicción ya establecida. Todo esto es lo que nos permite un diocesano y partiendo de ahí, en realidad, no sé si hubiera funcionado del mismo modo con otra orden porque la diferencia también está en que las órdenes franciscanas o dominicos y jesuitas responden a las órdenes más universales y hay que entrar a una lógica de vida que ellos siguen a diferencia del diocesano que es más el trabajo de comunidad, el entiende y se involucra con la gente. Igual ambos sirven a la iglesia católica pero cada uno de distinta manera. Entonces desde mi punto de vista, como yo lo estoy viviendo puedo visibilizar que hay un trabajo óptimo de un trabajador social dentro de los diocesanos, creo que hay algo que se puede aprender y es a nivel de gestión, esta capacidad de gestionar sus redes, que ellos mismos tienen y permite involucrarte y conseguir los recursos económicos, no solamente es un tema netamente de recurso humano, sino también espiritual.

Partiendo de ahí, las vivencias que he tenido al llegar a la parroquia, ha sido un poco entrelazar, fortalecer y reordenar un trabajo comunitario que pretendía ser del párroco, porque no todos tienen esta visión de tener un trabajo con la comunidad, de preocuparse por la comunidad, de abrazar a sus fieles y justamente ver que necesitan de él. Al ver esa necesidad llego yo, como este brazo de refuerzo que le va a ayudar a él a ver estos caminos de ayuda, estas formas de apoyarse en el trabajo y eso ha sido. Ha conllevado todo un esfuerzo porque al menos en nuestro país no tenemos una ruta o referencia del trabajo social en parroquias, pero si tengo un apoyo fuerte y es que también la institución Cáritas Lima, que es este brazo social que trabaja el Arzobispado de Lima, en donde encuentras trabajadoras sociales, nos permite entender que hay una apertura y que es necesario tener una tecnificación de esta mirada social. La iglesia católica y todos los que están inmersos ahí, los sacerdotes, diáconos y seminaristas se manejan bajo la lógica de la caridad. También nuestra carrera se va un poco por el lado de la caridad, pero de forma tecnificada, además le sumamos la filantropía. Ambas cosas son la raíz de nuestra carrera, y siempre que pueda existir algún conflicto, se conversa y se busca solución.

Recordemos que el trabajo de las ollas comunes, es reciente y nace a raíz de la pandemia y lo que ahora se está atendiendo es el trabajo de las ollas comunes en sí y los casos sociales, hay que poner en práctica también la teoría, los temas de resolución de conflictos, desarrollar habilidades blandas con las personas que dirigen los espacios organizativos, el monitoreo, tratar de abastecerlos a nivel de víveres, pero también de forma personal, no nos olvidemos que son seres humanos y que al final y al cabo también viven una serie de conflictos, hay que aprender a escucharlos y que también nos escuchen y sobre todo cuando eres joven, porque uno trabaja con gente adulta, por ello hay que tener en cuenta las formas de comunicar, sin olvidar la imagen de quienes somos, porque venimos como representantes de la parroquia, entonces debemos abrazar eso que tiene que mostrar la parroquia, y transmitir estos valores que hay que reforzarlos en todas las personas, como un trabajo complementario.

  1. Nos mencionaste que trabajas de la mano de un diocesano. ¿Aparte de ello se han involucrado personas desde otras carreras o han trabajado de forma multidisciplinaria?

Puedo decir que la experiencia que tenido hasta ahora ha sido multidisciplinaria, pero no desde las ciencias sociales, actualmente, trabajo con un teólogo que trabaja más la parte espiritual, que complementa nuestro trabajo. Evidentemente es necesario generar una conciencia social y espiritual, de todos modos, sería enriquecedor contar con un antropólogo o geógrafo, ir generando espacios desde otras ciencias que nos sumen.

Creo que igual está abierta la posibilidad de trabajar desde otras disciplinas, sin embargo; eso va a depender mucho de la visión de la persona que esté a cargo de la parroquia.

  1. ¿Tú crees que hubo un avance en el tiempo de la pandemia para la formulación de las ollas comunes y cuáles son esas estrategias que tú has visto y potenciado dentro del Trabajo Social en este espacio?

Yo creo que hay algo que no sé si ha pasado en todos los distritos, pero quizás se algo particular que ha pasado en el distrito del Rímac, donde estoy trabajando actualmente, en un principio antes de llegar a esta parroquia, lo que hacían el padre y el seminarista, era armar pequeñas canastas de víveres e irse a todo San Juan de Amancaes que es todo el territorio que pertenece a la jurisdicción con la que trabajo. Se tenía que ir de casa en casa a repartir estas canastas, hasta que surgió la idea de que mejor se organizaran en ollas comunes, toda la parte alta de esta zona. Esto fue un primer avance de la visión que tuvieron, al principio sin tener esta lógica del trabajo colectivo, simplemente surgió para tener un mayor alcance y el apoyo pueda realizarse de forma más organizada, también como recurso humano te permitía descansar porque imagínense salir todos los días o cada dos días, era agotador, además de riesgoso, ya que nos encontrábamos en una situación donde teníamos que estar aislados y evitar exponernos. Ahí se preocuparon en como estar en contacto con la población, que era la gente que ya no contaba con recursos, y generaron otros espacios con ollas comunes.

En cuanto a estrategias, primero fue empaparme de como surgieron estas ollas comunes y como fue la vinculación con la parroquia, desde que momento y en qué tiempo. Eso es importante porque ahí una se da cuenta cual debe ser el nivel de involucramiento con estos espacios. Al principio fue conocer todos los espacios y presentarme con las personas, hablar con ellas y ellos, ver cómo trabajan y hacerles preguntas de acercamiento, de cómo están pensando los manejos, que ideas tienen, y así ir organizando e introduciendo la necesidad de que por ejemplo todas tengan una junta directiva, como organización más estructural, y generar una retroalimentación. Esto justamente me permitió realizar el monitoreo que también era parte de mis funciones.

Otra estrategia fueron las herramientas, la necesidad de recabar información, de acopiarla, de tener mapeado, esto se realizó desde formularios básicos, primero el hecho de saber la necesidad de la olla, la constitución de la olla, a nivel de recursos lo que involucra su funcionamiento, como se ven entre personas, si es que hay un trabajo en conjunto. Entonces esto lo he ido fortaleciendo con el apoyo de Cáritas Lima, como lo mencioné, digamos que es la orientación que tengo para ver si por ahí va y entablar una comunicación, de decir que tiene que haber respeto, pero no me mires como alguien que viene a decirte como hacer las cosas, mírame como la persona que te va a aportar a ti como parte de quien reconoce que puede hacer un camino para estar mejor organizadas y que cuando venga determinada persona, tú puedas responder, porque no solamente es tener organizado un cuaderno donde manejas el tema de raciones o padrones, sino que va desde la postura que para cualquiera que te venga a preguntar, tú le puedas decir “mira es esto” y es por donde por ahí va el tema.

También manejamos los casos sociales y ahí le sumamos el trabajo de campo que es desde la formación, realizar las visitas domiciliarias, el diagnóstico, la evaluación, ese tipo de cosas que una desde lo que conoce las habilita. Eso ha influido la estancia de un trabajador social en este ámbito.

  1. A partir de tu interacción con las ollas comunes: ¿Qué conocimientos o aprendizajes nuevos has adoptado?

En realidad, han sido varios, los conocimientos que he ido adquiriendo, por ejemplo, es esta resolución de conflictos que más que verlo desde algo teórico, ha sido más práctico, las ollas comunes son espacios organizativos muy buenos para poder aprender y apoyar más, pero también son espacios de seres humanos distintos en pensamiento, en costumbres, en todo, que al final y al cabo termina, generando un conflicto de poderes y sí pasa eso. Por ello, hay que pensar en como vas a hacer para que la población pueda resolver esos conflictos y bueno aprender de eso.

A nivel metodológico, reconozco la necesidad de decir a esto no, o a esto sí, en realidad creo que hay que ser sinérgicos, de más apertura. Tal vez vincularnos con eso que creemos que no va con nosotros y dentro de la praxis también podemos vincular los valores que mueve a la iglesia católica y los valores que nos mueve como profesionales de trabajo social. Buscando una línea de viabilizar una calidad de vida para la comunidad.

  1. A partir de la población con la que trabajas: ¿Cuál es el grupo etario que más prevalece o con el que más se ha trabajado dentro de las ollas comunes?

Es un grupo etario de una población que en su mayoría son mujeres, claro que, si hablamos de familias, son personas de 0 años hasta los 65, adultos mayores si hay, pero no son la población predominante.

Las mujeres que están involucradas en las ollas comunes están dentro del rango de edad de 18 a 45 años, son ellas quienes movilizan las ollas comunes.

  1. Según la cercanía que has tenido con las madres de estas ollas: ¿Qué grado de intervención del Estado buscan? ¿hay alguna dimensión de autonomía colectiva que cuidan?

El ideal que persiguen las madres de estas ollas comunes es su búsqueda de un comedor popular, porque comprenden que el apoyo a este es más constante. En su situación de ellas, solo tuvieron apoyo del programa Qali Warma, hasta diciembre y ya dejaron hacerlo, no fue constante y tampoco se realizó desde el principio. En cambio, la labor que realizan las parroquias, sí se ha dado de forma continua, ya que existe un espacio que no ha dejado de ver por ellas, al menos en ese aspecto de considerarlos, por esa parte, ellas se sienten muy agradecidas.

A nivel de autonomía que cuidan, es su espacio territorial, eso es algo que cuidan, por decir, si están en su sector, no permiten que vengan personas de otro sector a querer intervenir, ya que esto puede ocasionar conflictos. Por esta parte se ha logrado, bastante el tema comunicativo a nivel de organización.

  1. Para finalizar, a modo de reflexión: ¿Qué mensaje nos puedes dejar de todo lo conversado el día de hoy?

Yo creo que algo que no teníamos en la mirada, es el rol que tienen las iglesias, que son espacios en territorio muy potentes de trabajo, porque creo que donde haya una iglesia, una parroquia o una capilla, siempre va a ser un espacio de intervención comunitaria muy fuerte, porque reúne personas y eso es algo que debemos aprovechar en esta descentralización de intervención social. Probablemente el Estado no se pueda visibilizar eso, porque son dos espacios distintos y cada uno tiene su mirada y políticas. Pero desde nuestra profesión lo que podemos hacer es tener mapeado este tipo de espacios.

Podría funcionar como una red que también te genera otro camino para seguir trabajando con la comunidad. Es algo que nos permite visibilizar estos espacios del poder popular que como en este caso se manifiesta a través de las ollas comunes.


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