
OESSP 19/11/18. Escribe: Rembert Hautekiet. En esta nota presento algunas reflexiones generales sobre mi trabajo en el valle de Lurín, situado al sur de la ciudad de Lima, en los distritos de Pachacamac, Cieneguilla y Lurín. Dentro del marco de mi tesis de maestría, he recorrido el campo y hecho entrevistas durante un período de tres meses. Para introducir el tema empiezo con un ejemplo sacado del periódico El Comercio. El 25 de junio de 2016 se publicó lo siguiente:
“Lima cancelaría el cambio de zonificación en valle de Lurín […] Las hectáreas en cuestión tienen la categoría de protección y tratamiento paisajístico y zona agropecuaria, por hallarse en el corazón del valle de Lurín. El cambio pretendía pasarlas a zona residencial de intensidad media y otros usos, a fin de abrir paso a la urbanización San Antonio de Pachacámac, de la empresa Menorca Inversiones.”
Este pequeño fragmento ilustra el conflicto que existe entre la inmobiliaria Menorca y los defensores de las lomas de Manchay, lo que forma parte de un proceso mucho más amplio de cambios territoriales en el valle de Lurín. En realidad, la cuenca baja de ese río siempre ha sido un área agrícola, ecológica y cultural de gran importancia. No obstante, intereses comerciales, industriales e inmobiliarios han hecho que todo eso se pueda urbanizar muy pronto. Pobladores locales, activistas y ONGs subrayan que el valle de Lurín es el último pulmón de la ciudad de Lima, ya que los otros dos valles ubicados en su jurisdicción -el Chillón y el Rímac - están casi completamente urbanizados.
En mi investigación considero esa problemática desde un punto de vista de land grabbing (en español, literalmente: "apacaramiento de tierras"), en el cual actores privados y/o públicos toman el control de un tramo de tierra. Más que simplemente "transacciones de tierra", la noción land grabbing también presta atención al significado más ancho de esas compras dentro del sistema capitalista, tanto como las consecuencias sociales que puede tener. En el caso de la cuenca baja del valle de Lurín, estudios anteriores han mostrado que el acaparamiento no ocurre de manera igual en los tres distritos en los cuales la cuenca baja y media del valle están comprendidos. Por lo tanto, el distrito de Lurín ya está muy industrializado mientras que Cieneguilla sigue siendo una zona predominantemente rural. Podríamos decir que el distrito de Pachacámac se encuentra entre los dos, porque todavía hay bastantes áreas verdes; pero se ve un surgimiento de industrias y - sobre todo - inmobiliarias que vienen implementando proyectos de vivienda.
Al mismo tiempo, un montón de restaurantes campestres se han establecido en cada de los tres distritos durante la última década. Su presencia forman parte, en mayor o menor medida, de la tendencia de creciente actividad y posicionamiento de la gastronomía peruana -conocida en todo el mundo por su exquisitez - un aspecto de la cultura que es cada vez más promocionado en el ámbito turístico (tanto nacional como internacional).
También podemos mencionar que antes la gastronomía ha sido utilizada en conflictos socio-ambientales en el país. Un ejemplo fue la frase: “sin limón no hay ceviche”, usado como lema de la campaña de defensa del valle de San Lorenzo, por los agricultores de Tambogrande cuando una compañía minera amenazó incorporar sus tierras dentro de sus proyectos extractivos.
Asumimos que los restaurantes campestres -o, mejor dicho, el sector gastronómico en general- forman un grupo pudiente dentro del conjunto de sectores sociales y económico involucrados en la problemática del valle de Lurín. No sólo nos referimos al capital que poseen, sino también a su poder discursivo, que es el asunto en el cual enfoco mi trabajo. En otras palabras, yo quiero saber cómo los propietarios de los restaurantes comunican sus mensajes sobre el conflicto territorial en su zona para ver si confirman o rechazan el discurso dominantes respecto al valle de Lurín. Me he centrado en el distrito de Pachacámac porque es particularmente interesante, debido al estado "intermedio" en cuanto a los land grabs. En lo que sigue describiré los temas más importantes que surgieron durante mis entrevistas, a los cuales agrego mis comentarios. Primero, hablamos sobre el sector gastronómico en general y luego abarcamos cronológicamente los problemas en la zona.
Describir el sector gastronómico de Pachacámac no es una tarea fácil. Como ya he mencionado, los restaurantes campestres solamente forman una parte del sector entero, de ahí que también he entrevistado a dueños de otros tipos de negocios relacionados y complementarios: una tostadería de café, un comedor universitario, una heladería, un hospedaje - en el cual también se prepara comida - y una vinería. También es importante subrayar que los restaurantes campestres, de otro lado, no todos tienen las mismas características. Eso lo noté sobre todo cuando pregunté a los dueños cómo ven el concepto de ecología dentro de su negocio. Mientras que algunos se referían a los rincones verdes (de pasto) o al reciclaje de basura, otros destacaron que ser ecológico es más un estilo de vida, por ejemplo, tener un huerto orgánico como parte inherente del restaurante.
Estructuralmente, los diferentes negocios están relacionados entre sí, de manera flexible. En la mayoría de los casos los dueños se conocen mutuamente y, además, hay una propietaria de uno de los establecimientos que provee frecuentemente a (algunos de) los otros con verduras y frutas de su huerto. Así podríamos decir que hay cierta conexión entre ellos. De otro lado, también queríamos saber si los negocios están conectados de manera formal. Cuando pregunté si existe un gremio gastronómico en Pachacámac, la mayoría de los entrevistados no estabán seguros si existía, además recordaban que las varias iniciativas de organización siempre “quedaban en el aire”. Según algunos la agremiación debería provenir desde el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, mientras que otros se refirieron al rol de apoyo a la organización que debía cumplir la Municipalidad de Pachacámac. Sí es cierto que esta municipalidad ahora está viendo para organizar una nueva cámara gastronómica.
Después del tema del sector gastronómico hice preguntas sobre la historia del distrito para entender mejor los problemas actuales en la zona. Casi todos los entrevistados usaron la Reforma Agraria de 1969 como punto de referencia. Una dueña describió el proceso de la siguiente manera:
“La Reforma Agraria fue en la época de Juan Velasco Alvarado. ¿Qué es lo que dijeron?. La tierra es de quien la trabaja. Acá, la mayoría han sido agricultores. […] Entonces, en todos los lados donde ha habido hacienda, les quitaron las propiedades a los dueños y se los dieron a los trabajadores. Esos trabajadores, ¿qué han hecho? Venderlo, porque no les ha costado nada.”
Aunque la Reforma Agraria pretendiera mejorar la estructura de la sociedad peruana, con los nuevos dueños -me señalaron los entrevistados- fue entonces cuando los problemas de tierra empezaron. El efecto principal fue el de "lotización" a través del cual se dividieron las grandes haciendas en pequeños terrenos o "lotes". Aquel proceso dio luz verde a diversos inversionistas para comprar parte de la tierra y montar nuevos negocios en el distrito.
No obstante, los "verdaderos" land grabs en Pachacámac -tal como en ocurrió en otras regiones del mundo- ocurrieron a partir de los años 1990-2000, entre otros impulsados por políticas neoliberales desde el gobierno central. De un lado, se quitó el carácter "intangible" de muchas tierras para fomentar inversiones; y, de otro lado, nuevas leyes de decentralización otorgaron gran parte del poder político a las municipalidades mismas. De esa manera, se empezaba a usar la zonificación de manera corrupta y surgió un tráfico de tierras. A consecuencia de esto, los dueños entrevistados sobre todo marcaron dos problemas actuales:
En primer lugar, se ha generado un problema bastante grave en cuanto a los límites entre Pachacámac y Lurín. Eso sobre todo ocurre en los centros poblados Huertos de Lurín, Huertos de Villena y Casica, tradicionalmente definidos como zonas de "casa huerta" pero convirtiéndose cada vez más en plantas industriales. Si, por ejemplo, Pachacámac no les da licencia a las empresas para industrializar un lote, Lurín a veces sí lo hace. Incluso existen casos donde los industriales no pagan tributo a ninguna de las dos municipalidades. Diferentes dueños me señalaron que el conflicto entre los dos distritos ya existe desde hace varias décadas, pero la decentralización ha hecho que casi no se controle la zonificación desde el gobierno central.
En segundo lugar, hay una escasez de agua muy grave. Eso está liado a las industrias en las zonas limítrofes entre Pachacámac y Lurín. De hecho, las grandes empresas industriales sacan cantidades enormes de agua del subsuelo para sus procesos de producción y también para hacer sótanos y, por consecuencia, los pozos tubulares de los residentes -si lo tienen- se contaminan y se secan. Pero la escasez de agua en Pachacámac no solamente ocurre en el subsuelo sino también en el río: en el centro poblado de Manchay, un gran proyecto inmobiliario en la parte alta hizo que el agua fluvial en la parte baja se acabara. Un fragmento ilustrativo para este caso:
“Ahora, por ejemplo, tenemos en la parte alta de Manchay una obra grandota, que es Menorca, que van a hacer un condominio "Mi Vivienda" o una cosa gigantesca, no sé… ¿De dónde van a sacar agua para poder abastecer esa cantidad de gente que va a vivir allí? El agua del río, perfecto, ¿pero qué va a pasar con la parte baja? Si ellos ya tienen los pozos tubulares que se van a absorber todo el agua, esta parte se quedará seca. Porque ya nosotros tenemos problemas de agua. Es que nosotros somos agricultores y en sí el restaurante no es mi negocio, mi negocio es mi huerta. Nosotros vivimos de la agricultura.”
En tercer lugar, existe un miedo generalizado entre los restauranteros que se vayan perdiendo cada vez más las lomas dentro (o al borde) del distrito. Casi todos destacaron la importancia ecológica, pero también el valor estético de esas áreas verdes con una amplia variedad de plantas y flores. Hablaron sobre distintas zonas, es decir, las lomas de Manchay (v. arriba), las lomas de Jatosisa, las lomas de Lúcumo y las lomas de Manzano. Estas últimas ahora mismo están en peligro puesto que la empresa Cementos Lima viene desenvolviendo proyectos que generan impactos ambientales en la zona. Para los restaurantes esto no es bueno por la contaminación y la pérdida de una atracción turística suplementaria, lo que puede afectar sus negocios también.
Cuando les pregunté a los entrevistados sobre sus visiones del futuro, me respondieron de maneras muy diferenciada. Algunos dueños son optimistas, diciendo que seguirán luchando por el mantenimiento del valle. Con respecto a esto, las redes sociales son una buena plataforma para atraer gente y organizar reuniones. Hay por ejemplo varios grupos en Facebook a favor de la protección de las lomas. Varios entrevistados me contaron que la municipalidad es un actor clave para fomentar la lucha, así que las elecciones son cruciales (las últimas elecciones municipales y regionales en el Perú fueron realizadas el 7 de octubre de 2018). De otro lado, un par de dueños sí participan en dichas iniciativas; pero tienen una visión negativa, estiman que dentro de algunos años ya no habrá zonas verdes y tendrán que mudarse.
Para concluir, podemos decir que existe un conflicto bastante complejo en la cuenca baja del valle de Lurín. La intersección de tierra peri-urbana, agua subterránea e intereses de distintos actores hace que las y los agricultores tengan que luchar cada vez más por su espacio. Entrevistando dueños de restaurantes, un sector pudiente, nos ha mostrado que la ocupación del valle ya lleva varias décadas desde la implementación de la Reforma Agraria, a finales de los años 1960. Las políticas neoliberales, a partir de los 1990, fomentaron una decentralización y un tráfico de tierras. Ahora los residentes de Pachacámac tienen que enfrentar peleas interdistritales, una escasez de agua muy grave y la posible desaparición de las lomas. Sin embargo, el sector gastronómico puede representar un contrapeso a esos procesos teniendo muchas conexiones y capital de distintas formas.